
La vida te quita, te da, y te vuelve a quitar.
El cielo se abre de par en par,
y desgusta tus sentidos, regalándote infinidad.
¿A qué vinimos, y adonde vamos?
Sabés que hay riqueza, sabés que hay sin sabores,
y sin embargo, terminás siendo la carnada del destino
una vez más...
Pero esa cornisa, sumisa, te vuelve a cautivar.
El cielo se tiñe, y es rojo el mar.
Y ahi lo ves, pobre arbolito,
sus hojas ya no están, su corteza quemaron,
¡pero es un árbol igual!
Y acá vamos. Te lo acaban de mostrar
una vez más...
¿Y ahora dónde caerán mis lágrimas?
Si en tu pecho ya no pueden llorar.